26 julio 2008

"Álbum del Recuerdo - Imágenes de Nuestra Tierra" - Diario El Llanquihue - 26 de Julio de 2008

A continuación publicamos la página "Álbum del Recuerdo - Imágenes de Nuestra Tierra" que el CEPH ha editado con fotos de su Archivo para la edición del Sábado 26 de Julio del 2008 del diario El Llanquihue.


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Fotos e Informaciones Complementarias

PUERTO MONTT EN 1890

Por César Sánchez

El censo de 1895 revela que el departamento de Llanquihue registraba una población de 13.451 habitantes, concentrándose 6.114 de ellos en la ciudad de Puerto Montt. Los límites urbanos se habían extendido. Por el Norte se construyen tres calles nuevas a continuación de Santa María; hacia el Este se intensifica el poblamiento en el sector aledaño a la calle Huasco, terrenos que diez años más tarde serán expropiados para el tendido de líneas férreas. Por el poniente terminaba la ciudad en la actual calle Vicente Pérez Rosales, recibiendo el nombre de “camino a Las Quemas del Salto”. Esta vía conducía hasta la colonia “El Gato”, distante treinta kilómetros al surweste de Puerto Montt, lugar donde se estableció una comunidad de alemanes católicos siendo los últimos en acogerse a la ley de Colonización. Inmediatamente al camino a Las Quemas, el cerro Miramar se encontraba completamente parcelado, y a orilla de playa corría una calle llamada “Anjelmó”.

En el invierno de 1890 la población se encontraba atemorizada, pues corría el rumor de una sublevación indígena que tenía por objetivo atacar la ciudad. Se decía que el cacique Antiñirre había levantado una fuerza de cien mocetones, entre los territorios de Río Negro y Los Muermos, convocándolos para la guerra.

Un testigo de aquellos años describía la situación en el diario “El Llanquihue”: “La banda de indios soliviantados roban animales, saquean fundos y queman las casas, después de robar el vino y el aguardiente se reúnen en la pampa para beber y bailar”. El Intendente, Domingo Herrera Martínez, en Octubre organizó una partida de setenta hombres los cuales “bien armados con fusiles y carabinas” cayeron por sorpresa sobre el campamento indígena, no registrándose víctimas fatales, pues los nativos estaban completamente ebrios, comprobándose además, que la hueste rebelde distaba mucho de llegar a los cien guerreros.

Apresado el cacique Antiñirre fue conducido hasta Puerto Montt para su juzgamiento, concluyéndose finalmente que el rumor del levantamiento había sido alimentado por la fértil imaginación de los vecinos.

En cambio la revolución de 1891 tuvo fuertes repercusiones en la ciudad; los habitantes de la provincia adoptaron decidido partido contra el presidente Balmaceda. Esto se debió a una causa estrictamente económica. Un año antes se había puesto en vigencia un nuevo impuesto que gravaba la compra-venta de maderas, trigo y alcohol; en otras palabras disminuía las utilidades de las tres principales actividades de la zona.

Juan José Mira, presidente del Partido Conservador de Puerto Montt, se convirtió en el líder indiscutido de la oposición, al tiempo que “El Llanquihue” periódico fundado y financiado por los conservadores era clausurado. Alcanzó tanta impopularidad el gobierno con estas medidas que los descontentos formaron el batallón “Llanquihue” el cual fue financiado por comerciantes e industriales. Una vez provisto del armamento necesario, que fue desembarcado clandestinamente, partió al norte a sumarse a las fuerzas que luchaban contra el gobierno de Balmaceda.

Dichos efectivos actuaron en la reserva de las batallas de Placilla y Concón que determinaron la derrota definitiva del ejército constitucionalista o balmacedista. Establecido el nuevo gobierno, Juan José Mira asumió como Intendente iniciando una carrera política que posteriormente lo llevaría al Parlamento.

Puerto Montt en 1890. Se puede apreciar calle Varas en toda su longitud. Aparece vacío el sitio donde será construida la Iglesia Luterana en 1892 (al principio de calle Varas). A la izquierda se observa calle Egaña con una acequia central por donde discurrían las aguas servidas. El Muelle de Pasajeros y Embarque se ve en toda su magnitud (construido en 1888). Se alcanza a apreciar la Iglesia Jesuita (construida en 1872), pero aún no se construye el Campanario "en el cerro de los curas" (1894). Los cerros aledaños a la ciudad han sido despejados del espeso bosque que los cubría. (Foto Archivo Alejandro Torres).

19 julio 2008

"Álbum del Recuerdo - Imágenes de Nuestra Tierra" - Diario El Llanquihue - 19 de Julio de 2008

Como todos los días Sábados, publicamos a continuación nuestro "Álbum del Recuerdo - Imágenes de Nuestra Tierra", página que el CEPH a editado con fotos de su Archivo para la edición del día Sábado 19 de Julio del 2008 del diario El Llanquihue.


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Fotos e Informaciones Complementarias

BARRIO CAYENEL


Por César Sánchez V.

Cuando Vicente Pérez Rosales llegó hasta la costa del seno de Reloncaví, en Septiembre de 1851, con el objeto de fundar una ciudad que sirviera de apoyo a la colonización de la laguna de Llanquihue, escogió para tal propósito el área denominada Astillero de Melipulli, esto es entre la antigua estación de ferrocarriles y calle Chillán. Al oeste se ubicaba el caserío Cayenel formado por una amplia playa en donde desembocaba un estero cuyo cauce natural corría por calle Lota, en cuya ribera había vivido el cacique del mismo nombre quien dirigió el último ataque a Osorno, en noviembre de 1603, dejando sólo los cimientos de este poblado español.

El perímetro que comprendía el plano primitivo de Melipulli pronto se hizo estrecho con la llegada regular de inmigrantes alemanes y población chilota, obligando a extender el radio urbano hacia el poniente. En 1857 se abrió una nueva calle entre Chillán y el estero, recibiendo el nombre de Cayenel en honor al ilustre guerrero indígena.

Así como los alrededores de la plaza de armas acogió a las familias más acaudaladas, el barrio Cayenel desde sus inicios presentó un carácter popular. Allí se instalaron las actividades manuales como herreros, mueblistas y carpinteros; en 1870 existían una fábrica de chocolate, otra de jabón, una curtiembre, dos destilerías y una molienda de huesos cuyo producto se utilizaba de abono en la agricultura. Aparte de esto, numerosas modistas ofrecían sus servicios, al tiempo que la playa servía de varadero a lanchas veleras que llegaban con producción agrícola y ganadera de las islas del seno del Reloncaví y desde Chiloé.

Finalizando la década de 1880 y junto con la inauguración del muelle de Pasajeros y Embarque frente a la plaza, se construyó un tajamar de madera con un metro y medio de altura. Dicho estacado evitaba las continuas inundaciones de calle Antonio Varas en las mareas altas y temporales.

A comienzos del presente siglo todas las organizaciones proletarias tenían su sede en esta arteria; una febril actividad organizativa desarrollaba la FOCH (Federación Obrera de Chile) en calle Ancud, igualmente funcionaban un Centro Musical, una Escuela Nocturna y Biblioteca Popular, y en el sitio donde estuvo la 5ta. Compañía de Bomberos (calle Chillán) existía una imprenta para la publicación de los periódicos El Pueblo Obrero y La Defensa.

En 1907 al iniciarse la construcción del ferrocarril un importante contingente de trabajadores se trasladó hasta nuestra ciudad; el barrio Cayenel se convirtió en el lugar predilecto de pensiones y residenciales. El centro de reunión favorito estuvo en el “Mercadito” ubicado en Andrés Bello con Varas. En dicha cuadra numerosas cocinerías ofrecían abundantes platos criollos alrededor de una nutrida cantidad de bares. El local “La Playa” especializado en choros zapatos y mariscales, competía con “El Cucharón”, sin rival en materia de cazuelas.

El 5 de Enero de 1909 un voraz incendio consumió gran parte del popular barrio quemándose más de setenta casas. Para sofocar el siniestro fue necesario demoler varios inmuebles y solicitar la presencia de bomberos de Puerto Varas.

Para el esparcimiento familiar se podía asistir al biógrafo “Parisina”, inaugurado en 1910; los días festivos la función comenzaba a las 15 horas y al atardecer se exhibían películas “sólo para varones”.

En 1915 se instaló en cada esquina un poste con ampolleta eléctrica, y cinco años más tarde se tendieron líneas férreas en la calle Cayenel y avenida Portales para la circulación de tranvías, los cuales eran llamados "Carros de Sangre", ya que estos carritos eran tirados por caballos. Las pesebreras de la empresa se encontraban en el sitio del actual Gimnasio Municipal.

Al terminar la década de 1930 una Ordenanza Municipal determinó que en el futuro, el barrio Cayenel pasaría a llamarse Prolongación Antonio Varas, sin embargo las personas de avanzada edad continúan llamándolo con su nombre primitivo.

Barrio Cayenel en 1890. Se aprecia claramente el estero que desemboca en el mar, cuyo cauce natural corría por la actual calle Lota. Se observan algunos sitios aún vacíos, que no tienen construcciones. Nótese el volcán Calbuco, que aún mantiene una forma cónica. En la erupción de 1893 perdió parte de su cono, adoptando la forma que tiene actualmente (Foto Archivo Alejandro Torres).


Total destrucción quedó después del gran incendio del 5 de Enero de 1909 que sufrió el barrio Cayenel, donde el fuego redujo a cenizas un total de 70 casas. La calle en primer plano es J.J Mira (Foto Archivo Alejandro Torres).

El "nuevo" barrio Cayenel en 1915, con sus nuevas edificaciones. Se puede apreciar que en el sector donde desembocaba el estero, se ha construido el primer Matadero Municipal de la ciudad (Postal Archivo Alejandro Torres).

Barrio Cayenel en 1936. Al costado izquierdo se alcanza a apreciar la Iglesia de la María Auxiliadora, construida a mediados de la década de 1910 (Foto Archivo Alejandro Torres).

La “Fotografía Imperio” de Enrique Mora (1911 – 1930)

Por Juan Carlos Velásquez T.

Abro un viejo álbum familiar. El instante congelado de las fotografías produce un efecto incomparable al del moderno DVD, pues su fijeza permite posar la mirada y saborear algo por esencia fugaz. Es posible imaginar, si se quiere, el movimiento anterior y posterior a ese instante fijo. Sin pensarlo, la fotografía nos introduce en una dimensión en que el tiempo pierde su sentido unidireccional pues el pasado, presente y futuro confluyen y arrastran al observador de acá para allá. El futuro, que los fotografiados ignoraban, es ya pretérito. El instante fijado anticipa aquel otro instante posterior en que la fotografía va a ser vista no sabemos por quien ni en que circunstancias.

En 1839 el mundo fue sorprendido por la fotografía, invento del francés Jacques Daguerre. A nuestro país llegó poco después y rápidamente conquistó hasta los más remotos rincones de este largo territorio. En Puerto Montt la fotografía fue adoptada por profesionales y aficionados, por puertomontinos y extranjeros, que vivieron o pasaron por esta ciudad y la observaron a través de esta nueva mirada, dejándonos como herencia imágenes que son parte de nuestra memoria visual.

Entre los profesionales extranjeros asentados en Puerto Montt destaca sin lugar a dudas el trabajo fotográfico realizado entre los años 1911 y 1930 por el español Enrique Mora y Ferráz.

Mora, nació el 25 de enero de 1889 en la localidad aragonesa de Calvera, provincia de Huesca. Es el único hijo varón de una acomodada familia de comerciantes. Gran parte de su niñez y adolescencia transcurren en la ciudad de Barcelona. Posteriormente viaja a París, Francia en donde permanece por algún tiempo para estudiar fotografía. Las razones que lo impulsaron a abandonar su país natal y viajar a Chile a fines de 1911 son una incógnita. Al parecer, su primo José A. Ferráz, residente en la ciudad de Valdivia lo entusiasma a visitarlo para ver la posibilidad de establecerse en el sur de nuestro país y ejercer su oficio.

Su permanencia en Valdivia fue breve. La actividad fotográfica está copada por varios profesionales y las posibilidades para este joven de 22 años son escasas. En la ciudad del Calle–Calle toma contacto con el fotógrafo Segundo Lozano. Este le plantea la posibilidad de establecerse en Puerto Montt en donde reside una respetada colonia española, lo cual entusiasma a Mora.

A comienzos de 1912, la prensa puertomontina informaba sobre el quehacer fotográfico de Lozano destacando lo moderno de sus máquinas y procedimientos fotográficos y la instalación de su estudio en un inmueble de calle Quillota. Nada decía de su joven pero talentoso ayudante: Enrique Mora.

Al poco tiempo, el nombre de Enrique Mora no era menor dentro del tejido social de Puerto Montt. Era un destacado miembro de la colonia española residente en la ciudad e integrante de la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Tras el regreso definitivo de Segundo Lozano a Santiago, instaló su propio estudio bautizándolo con el nombre de “Fotografía Imperio”, que según prensa de la época “es uno de los mejores establecimientos en su ramo; está instalado con verdadero gusto y cuenta con los más modernos materiales fotográficos. El señor Mora, es una artista muy contraído a su trabajo y de carácter muy afable. Sus retratos son estimados como verdaderos modelos de arte”.

Hacia 1915 era considerado, junto al fotógrafo inglés James Edward Smythe, como los mejores retratistas de la ciudad.

Entramos a su mundo por medio de algunas fotografías de su estudio. Las imágenes nos ilustran sobre el espacio donde trabajaba: una enorme sala con luz natural y cortinados que se corrían de acuerdo al efecto buscado. Imaginamos ver en las fotografías la pesada cámara, montada en un sólido trípode y con el paño negro de rigor que permitía un enfoque preciso. En las fotos es posible advertir la presencia de pequeños muebles y objetos que completan el equipo para las tomas, elementos comunes en las mayoría de los estudios en esa época. Pero Mora le da poca importancia a la decoración. Su interés se centra en los fotografiados.

Enfrentados a la obra de Mora recibimos el claro mensaje de su respeto por las personas que retrata. Todos son bellos, aunque no lo sean. Todas la mujeres transmiten serenidad y calma interior; los niños son tiernos y los varones nobles. No existen desbordes emocionales. Sin duda tomarse fotos en esa época era algo muy serio.

Por aquélla época constantemente efectuaba exposiciones fotográficas utilizando las vitrinas de las casas comerciales de la ciudad, especialmente las de “Mi Tienda”, exclusivo establecimiento ubicado en calle Urmeneta esquina Guillermo Gallardo, propiedad de los españoles Sanz y Carrascosa. Según la prensa de la época “el trabajo que exhibe es de lo más acabado que hemos visto en la materia. La Fotografía Imperio hace honor a Puerto Montt, por la corrección y delicadeza de los trabajos exhibidos por lo cual de buena gana felicitamos al propietario don Enrique Mora”. (1) El Llanquihue, 12 de julio de 1915.

Junto a su notable labor como retratista, Mora toma a Puerto Montt y su entorno como otro eje central de su obra. Se hizo familiar su figura agazapada bajo el paño negro, en las arterias céntricas o en los cerros que forman parte de la ciudad, a la sombra de los árboles que crecían junto a la cervecería Stange o en los techos de alguna casona, enfocando hacia Varas, Urmeneta o Benavente. Sus imágenes nos llevan a conocer al detalle las calles y barrios del Puerto Montt en los tiempos de Sanfuentes y Alesssandri Palma.

Una tarde de fines de septiembre de 1916, subió hasta la cima del cerro Miramar. Tomó varias vistas de la ciudad con el volcán Calbuco de fondo. Regresó con prontitud a su estudio. Reveló los negativos y quedó satisfecho con el resultado. Revisaba esas fotos cuando oyó tocar a incendio las campanas de la Segunda Compañía de Bomberos. Dejó las fotos y salió a la calle con su pesada máquina fotográfica. Una negra y espesa columna de humo se elevaba sobre el edificio de la Escuela Normal de Preceptoras. Raudamente cruzó la Plaza de Armas y enfiló por calle Quillota. Se detuvo a media cuadra y obturó en repetidas ocasiones dejando para la posteridad impactantes imágenes del incendio que destruía el enorme inmueble. Una de esas fotografías fue publicada en el diario “El Correo del Sur”. Mora se incorporaba en gloria y majestad al fotoperiodismo. Los medios periodísticos locales empezaban a apreciar la importancia de esas fotografías, que interesaban al público y por ende aumentaban el tiraje.

Cuando Enrique Mora aprendía su oficio en Francia, el álbum fotográfico estaba en pleno desarrollo. De hecho, avanzaría no sólo en sus aspectos técnicos y estéticos, sino en cuanto a su variedad temática: con imágenes de obras de arte, arquitectura, monumentos, personajes y ciudades. Mora hizo suya esta costumbre y durante su permanencia en Puerto Montt también fue editor de álbumes, interesándose particularmente por la ciudad en que residía.

En el verano de 1918, Mora puso a la venta un pequeño álbum impreso en Zurich, Suiza compuesto por 10 tarjetas postales que según la prensa local “exhibe interesantísimas fotografías de la ciudad de Puerto Montt en las cuales se nota la perfección que ha alcanzado la Fotografía Imperio y la selección cuidadosa que se ha hecho de los lugares más adecuados que tiene el pueblo. El álbum lleva el título de Recuerdo de Puerto Montt, por lo que felicitamos a su propietario don Enrique Mora”. (2) El Llanquihue, 1 de mayo de 1918

Hacia 1921 la Fotografía Imperio se había trasladado a un inmueble de calle Antonio Varas esquina O`Higgins, ubicado junto a la Iglesia Catedral. En sus avisos publicitarios señalaba que las horas aptas para retratar eran de las 9 a las 18 horas y en días de lluvias de 10 a 16 horas. En su estudio-taller también vendía artículos fotográficos para profesionales y aficionados que residían o visitaban la ciudad. Con el correr del tiempo, se afanó por conocer nuestra región de un extremo a otro. La edición de cientos de postales que mostraban su exuberante naturaleza se transforma en un ferviente impulsor del turismo en el sur de Chile. Era un convencido de que esa actividad podía ser una permanente fuente de entradas para la zona.

En las primeras décadas del siglo XX proliferaron en la actividad cinematográfica las llamadas “actualidades”, registros de acontecimientos que, quienes estaban detrás de las cámaras, juzgaban que podían interesar a los espectadores. Enrique Mora, se interesó por desarrollar el cine en Puerto Montt y asociándose con otro fotógrafo español establecido en la ciudad: José Campistó, crearon a comienzos de 1922 la Empresa Cinematográfica “Llanquihue Film”, que se abocó con una modesta cámara a filmar los principales acontecimientos que se produjeran en la ciudad. Respondían también a los requerimientos de don Jacobo Rosenbaum, encargado de administrar el Teatro Municipal, donde se exhibían las películas del momento. Una vez a la semana, los puertomontinos aficionados al séptimo arte tenían la ocasión de admirar el talento de Mora y Campistó y sus ojos se deleitaban observando las imágenes que les mostraban muchas de las festividades que se desarrollaban en la ciudad: la semana santa, el 18 de septiembre, el día de la raza, la fiesta de la Primavera, etc.

A mediados de 1923, la Fotografía Imperio se instaló en los altos de la casa de don Esteban Sanz, ubicada en calle Urmeneta esquina Guillermo Gallardo. La prensa puertomontina informaba sobre el cambio de local y agregaba “El dueño señala que en septiembre le llegará una máquina cinematográfica con la que podrá desarrollar películas que darán a conocer al país y al extranjero todas las imponderables bellezas de Puerto Montt y sus alrededores”. (3) El Llanquihue, en su edición del 26 de agosto de 1923.

Con la nueva cámara en sus manos Mora y Campistó reorientar su actividad en el séptimo arte al campo turístico. Para ello crean una nueva empresa cinematográfica denominada “Imperio Film” En el verano de 1924, se estrenó en el Teatro Municipal la primera película filmada por la nueva empresa. El título era “La Suiza Sudamericana”, nombre que se le daba en aquella época a la zona lacustre de la actual provincia de Llanquihue. Un periodista puertomontino invitado a una exhibición privada de la cinta escribió “Nuestra ansiedad quedó sobrecogida ante el desarrollo de la película, la que desde su principio nos atrajo con los bellos paisajes y panoramas que nos presenta lo más hermoso del sur de Chile. Nos sentimos transportados a los rincones artísticos de las montañas vírgenes y de las cumbres inaccesibles de los cerros y volcanes donde fue filmada y donde por primera vez el objetivo cinematográfico copiaba bellezas y más bellezas para mostrárnoslas con todo su tinte y valor en el lienzo y a través de la pantalla. En La Suiza Sudamericana encuentra el espectador los caprichos más variados de la naturaleza: cascadas vertiginosas que llevan su torrente puro como la nieve, hacia el lecho majestuoso e imponente de un río caudaloso y solitario donde el sol refleja sus rayos de oro y donde la luna como viajera perdida imprime también su cabellera de luz dulce y suave. La Imperio Film, conquistará laureles de triunfo porque la cinta revela esfuerzo y la firma propietaria no ha emitido desembolsos ni sacrificios para presentar al público una primicia de sus anhelos”. (4) La Alianza Liberal, 13 de enero de 1924.

Finalmente la película fue estrenada el 20 de enero en el Teatro Municipal con gran éxito de taquilla.

A comienzos de 1927, junto con desarrollar una profusa actividad cinematográfica, Mora y Campistó deciden abrir otro estudio fotográfico, en los bajos del Teatro Municipal con el nombre de “Foto Campistó”. La prensa de la época aseguraba que “Posee uno de los talleres más modernos. Las iluminaciones fotográficas que se hacen en papel y con anilinas, el señor Campistó – que tiene estudios de fotografía en Europa - las ejecuta en tela y al óleo, consiguiéndose con esto mayor duración, un colorido que no destiñe y un valor artístico innegable. El establecimiento también hace trabajos en sepia, en colores y muchas otras obras”. (5) El Llanquihue, 5 de junio de 1927

En 1930, Enrique Mora abandona Puerto Montt y se traslada a Santiago en donde tiene una interesante oferta laboral. Ha sido contratado como fotógrafo por “El Diario Ilustrado” como también por la revistas “Zig-Zag” y “Sucesos”, medios en la cuales desarrollará un relevante trabajo en el fotoperiodismo. En la capital instaló en calle Estado un estudio conocido como “Foto Mora”. En 1936 contrae matrimonio con la joven María Leontina Ladrón de Guevara.

Su traslado a Santiago no significó que se quedara quieto. Siguió viajando por el país capturando con su máquina Kodak, la diversidad humana, las bellezas naturales, los centros urbanos y localidades rurales. Sus postales se vendían en grandes cantidades y los lectores de la revista “En Viaje” y la “Guía del Veraneante” admiraban la calidad de sus fotografías. A Puerto Montt retornaba cada cierto tiempo a presentar exposiciones utilizando para ellas las vitrinas de las mejores casas comerciales.

En el verano de 1958, regresa una vez más al sur de Chile. Viene a visitar una empresa pesquera que posee en la localidad de Ayacara, provincia de Palena. Le acompañan sus socios, el yugoslavo Juan Zmirak y el español Bienvenido Feliú. Una tarde, mientras realizaba una expedición fotográfica por los enormes alerzales existentes en la zona, lo sorprende un fuerte aguacero. Mora contrae un fuerte resfrío. Con las horas su estado de salud se agrava y desarrolla una neumonía que acaba con su vida el 10 de febrero. Sus restos están sepultados en la localidad de Ayacara, en donde lo sorprendió la muerte.

Su archivo fotográfico de aproximadamente 12.000 imágenes, quedó al cuidado de su esposa y posteriormente de su hija Pilar, quien a mediados de 2006 donó esa valiosa colección al Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico.

Enrique Mora y Ferráz

Enrique Mora y Ferráz (Fotografía enviada desde Santiago por su hija Pilar Mora).

12 julio 2008

COMUNICADO


Comunicamos que con fecha 11 de Julio de 2008, don Wladimir Soto ha presentado su renuncia al CEPH, por motivos particulares de índole laboral. Agradecemos a nuestro buen amigo las gestiones realizadas durante su permanencia en nuestra entidad, deseándole pleno éxito en todas sus actividades particulares y en las tareas que emprenda en el futuro. Gracias Wladimir.

La Directiva.-


06 julio 2008

"Álbum del Recuerdo - Imágenes de Nuestra Tierra" - Diario El Llanquihue - 05 de Julio de 2008

Continuando con nuestra serie de publicaciones en el Diario El Llanquihue de los días Sábados, presentamos el "Álbum del Recuerdo - Imágenes de Nuestra Tierra" que el CEPH preparó con fotos de su Archivo para la edición del día 05 de Julio del 2008.

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Fotos e Informaciones Complementarias


Tablestacado de Fierro

Por César A. Sánchez Vera

En la década de 1930 la ciudad de Puerto Montt registró un notable progreso urbanístico como consecuencia de numerosas obras civiles de gran envergadura, que cambiaron la fisonomía provinciana del antiguo Melipulli.

Uno de los mayores adelantos en obras públicas fue el ensanchamiento y remodelación de la avenida costanera.

A fines de 1870 se había levantado un tajamar de madera con el objeto de evitar las continuas inundaciones de calle Antonio Varas, con las crecidas de mar en invierno. Este estacado, cada cierto tiempo, era derribado por la fuerza del oleaje y su reparación significaba fuertes desembolsos para el Municipio en forma periódica.

La construcción que remplazó el estacado de madera, por otro de fierro y cemento con mayor altura, fue encargado a la Firma “Dyckerhoff & Widmann”, la cual efectuó en primer lugar, un relleno de ripio entre la Estación de Ferrocarriles y calle Independencia. Gran parte del material de relleno utilizado fue extraído del cerro Miramar. Así, la calle Diego Portales se vio ensanchada en setenta metros, haciendo retroceder la línea de playa.


Tablestacado de madera, construido a fines de 1870 (Archivo Fotográfico Alejandro Torres)

El fuerte oleaje producto de los temporales de viento sur continuamente derribaban el antiguo tablestacado de madera (Archivo Fotográfico Alejandro Torres)



Costrucción de un nuevo Tablestacado de Fierro, para reemplazar el antiguo de madera (Archivo Fotográfico Alejandro Torres)



Parte del Tablestacado de Fierro y cemento costruido frente a la Plaza de Armas (Archivo Fotográfico Alejandro Torres)

Tablestacado de Fierro terminado (Archivo Fotográfico Alejandro Torres)